Eduardo López Blanco
1970-2009
Ahora que lo pienso, nos conocimos a los siete u ocho en la escuela, o fue antes quizá. Se me pierde, ya casi ni recuerdo esa época de mi vida, de nuestra vida.
Te sentabas a mi lado, creo que delante o atrás, hasta los últimos cursos de la primaria y luego, en el instituto, siempre a mi lado.
Revoltoso, charlatán, divertido, dinámico a tope, hiperactivo dirían hoy.
La cantidad de veces que nos sacaron del aula para castigarnos juntos por reír, hablar o vacilar a algún otro compañero. En algún curso hasta nos amenazaron con separarnos, por suerte, no cumplieron.
Lo cierto es que tengo una memoria lejana de esa época es como si le hubiese sucedido a otro, a otros. Como si tú y yo nunca hubiéramos estado ahí.
Ahora que lo pienso un poco más, a lo mejor nosotros no estuvimos ahí, fueron otros no nosotros los que estaban ahí.
Vidas pasadas. Otras vidas que ya no nos pertenecen.
Tuve, tuvimos otra vida y ya casi ni la recuerdo. Hasta hoy. Por tu culpa, Eduardo.
Levantarnos a las ocho, vestirse entre la duermevela casi a oscuras para no despertar a los hermanos menores.
El té con leche que mi padre nos traía a la cama y que yo invariablemente detestaba, ahora mismo el té con leche me recuerda a mi padre y a aquellos madrugones.
El cielo de noche todavía.
El té bebido, a lo mejor algo de cereales o yogurt pero a las corridas ya yéndonos a toda prisa.
Hasta después de los diez no podíamos ir solos a la escuela, después ya si nos dejaron ir andando.
A cien metros de mi casa tu casa, siempre a las apurones para no llegar tarde al colegio.
Desde allí teníamos un buen trecho hasta el colegio andando. Ida y vuelta, todos los días.
Tu cara sonriente, el pelo mal peinado, la ropa un poco desaliñada en esa esquina esperando… ahí te recuerdo… es mi último recuerdo ya después, no recuerdo más.
Algún viaje que hicimos en verano, camping a la playa o a la sierra. Bailes, novias, la Uni… se me pierde tu recuerdo, mi recuerdo justo en esa esquina.
Hace cuánto, más de veinte años… más o menos, ya ni me acuerdo. No recuerdo casi nada de esa época. Una nebulosa que no consigo dilucidar, no sé si es bueno o malo, en realidad, dicen que la memoria en algunos casos elige o mejor dicho nosotros elegimos, elegimos si recordar o no. Yo debo ser de los que eligen no recordar.
No recordarte para no recordarme, a lo mejor. No vaya ser que descubra que no soy quién quise ser. Que los sueños se perdieron, en algún recodo, en alguna vuelta de la vida y ya no estoy yo sino otro aquí. Alguien que no soy yo, yo el de esa época.
Camino despacio entre la gente… me llevo las manos en los bolsillos de la chaqueta… ha empezado el frío de finales de octubre. No miro a nadie camino mirando las hojas de los árboles que ya van cayendo. Camino detrás de todos, apartado de todos.
Algunos nombres se me pierden, esta costumbre mía de recordar rostros y no nombres que más de un problema me ha traído en una fiesta o en la calle.
¿Dónde he visto antes a ese hombre o esa mujer?
Una cara que vislumbro conocida en medio de los desconocidos se me viene acercando y casi sonríe.
– Pobre Eduardo, tan joven todavía. Y tener un final así. –
Hago un gesto, prefiero no hablar, no hablar con nadie de tus porqués. No me atrevo, no quiero ensuciar tu nombre, tu recuerdo. No quiero hablar con otros de ti, de porqué.
Los rituales de los cementerios y tanatorios nunca han sido para mí, no van conmigo simplemente. Entiendo el dolor de los que quedan, quiénes te quisieron y te echaran de menos, pero los lamentos no van conmigo ni las frases hechas y dichas porqué si.
Veo a tu hermana pequeña que ya no es tan pequeña como yo la recordaba, una mujer joven y bonita camina junto a tu madre, ambas van de negro y se adivina en sus ojos, la misma pregunta. Tu madre como cuando éramos niños una señora hermosa de esas que uno se detendría a mirar, esa elegancia al caminar, su donaire. Su pelo oscuro igual al tuyo. Tus ojos en los de tu hermana. Ambas están allí y parecen casi desprotegidas de la maraña de gente que se arremolina a su alrededor diciendo una y otra vez las mismas frases.
– Pobre Eduardo. –
– Eduardo, tan joven Eduardo. –
– ¿Qué le paso a Eduardo.? –
– ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Tendría que ir a salvarlas, a consolarlas. No sé, yo no sé que hago aquí todavía.
No sé qué paso, no sé qué fue. Sé que estas aquí o mejor dicho no, tú no estas aquí.
Eso sí lo sé, estas en esa esquina que yo recuerdo todavía y en los retazos de memoria que empiezan a aflorar en mí poco a poco, son flashbacks de mi vida, de nuestra vida como si fuera una peli.
No quería llorar, no quiero llorar… hace tanto que no lloro. Un hombre no llora. O si. Eso nos decía mi padre de pequeños casi en la misma época que nos conocimos.
Un hombre no siente. Un hombre no sufre. Un hombre no llora. Un hombre no es tan cobarde para terminar con todo sin luchar, sin demostrar que es un hombre. Un hombre lucha hasta el final.
¿Qué mierda paso Eduardo? ¿Qué fue? Porqué no me llamaste, porqué no me dijiste, porqué mierda no lo supe antes. Porqué no me dí cuenta, en qué estaba pensando, qué estaba haciendo yo. Ese almuerzo que cancelé a último momento por el trabajo, por el atasco, por los chicos, ya no me recuerdo.
Me lo pensabas contar ese día, o alguna vez que me llamaste y no te atreviste. No pudiste.
No, no me acuerdo cuál fue la última vez que hablamos, de qué hablamos. No recuerdo que dijiste. No recuerdo si me insinuaste algo, si hiciste algún comentario, si me lo dijiste sin decírmelo. No recuerdo, Eduardo no recuerdo.
Una y otra vez, te veo en esa esquina. El pelo mal peinado, la ropa un poco desaliñada y la sonrisa.
Tu sonrisa de siempre.
Esa imagen es la última para mí. Y espero que para ti también.
Volveremos juntos de la escuela y quedaremos para el cine a la tarde, para ver una de acción o de espías como siempre, antes un partido de futbol en el polideportivo del barrio. Serás defensa, yo delantero. Gritarás mis goles y yo te alentaré cada vez que detengas a uno del equipo contrario.
Mi abuela siempre decía que la gente esta dónde más la quieren… aquí estas amigo, y aquí estarás siempre en mi torpe recuerdo, en mi distraído corazón.
Nos vemos mañana en la esquina de siempre, intento llegar antes para que hablemos un rato.
MVML